martes, 27 de mayo de 2014

Una letra impronunciable.

A veces desaparezco de mi misma. Mi cabeza llora y mis manos gritan de ansiedad. Me arrancaría cada pensamiento y te echaría a ti. Pero ese barco es demasiado grande, tan pesado como las nubes que me rodean. Disiparía cada roce y respiración. Quemaría tu olor, como el incienso, pero ese aroma me perseguiría sobre lobos sangrientos que se esconden en el sol. Y mientras, me refugio en la luna, en el cráter más profundo, tocando la oscuridad con cada palabra inconexa.
Mis dientes gritan que mis ojos solo ven lluvia y arcoiris grises. Y la madera de mi habitación se arrepiente de tus pisadas. Mientras, unos tambores suenen entre verde y marrón, incomodidad y un poco de desesperación.
Un "THE END" perdido de la película más agria me mira con ojos de miedo, retrocediendo con pasos pegajosos y algo mentirosos. Las ondas electromagnéticas de cada teléfono van sembrando tumores tristes y fútiles. Así, yo sigo escribiendo en un estrés constante que podría ser energía en la dinamo. Un par de pulmones se escupen aire ennegrecido, mojado por cada beso lanzado a la nada. Yo dejo de arrepentirme, nunca más sangrare pensamientos inútiles.