Peinados alacados de peluquería tapando unos cráneos desgastados y arrugados, fracturados por un camino lleno de baches y cemento mal asfaltado.
Una carpeta caducada hace quince años, un móvil de trecientos euros y un estuche inundado de cerveza irónica. Polvo encima de mis neuronas y un extintor sin gas a presión que pretende apagar el fuego que desprende mi pecho. Echa una sencilla cosa de menos, y eso que tan sólo se encuentra a cuarenta kilómetros del roce de mis dedos.
Me adentro de nuevo en un lugar que sólo yo conocía, donde un día te dejé penetrar. Acabaste destrozándolo, deshaciéndolo en piezas de un rompecabezas de nivel experto, suicida.
Me pregunto a cada instante qué es lo que hice mal, en qué momento pude besarte tan fuerte que mi oxígeno acabara por contaminar el tuyo. Al final puede que se transformara en algún metano descentrado o cloroformo activo.
Estupidez embotellada en un zumo de melocotón no concentrado. Y risas enlatadas mezcladas con alubias y lentejas verdes.
"Pode que só sexa unha rapaza con moito tempo de lecer..."